Nicté, floribarro.

Cuenta la leyenda que caminábamos por las ciudades con prisa y premura, que chocábamos por
las calles tumultuosas con la gente vestida para la oficina, jeans, tenis o playeras de algodón. Que la ocupación principal era la puntualidad o sufrir por llegar tarde, que el tráfico era insoportable o que la importancia en la comida era encontrar lo más rápido y práctico para quedar satisfechos. Contínúa la leyenda contando que pasábamos por los aparadores de las tiendas o por los mismos centros de comercio donde la mirada nos atraía brevemente para programar, regresar y comprar en la próxima quincena. Cuenta que si en cualquier lugar viéramos algún árbol, planta o flor, tan comunes y normalizadas en la tierra y clima de nuestras ciudades, pasáramos de largo, pensando nada, o con la idea fugaz de que ojalá nadie corte esas florecillas pronto, o que cuando nadie nos vea,” las vamos a arrancar” para llevarlas a la novia. Cuenta la realidad que las estrellas se convierten en flores cuando el sueño de un padre es escuchado por la bóveda celeste y su hija muerta florece cada mes de mayo en un hermoso árbol.
Sigue contando la realidad que las flores del agua son la entrada al inframundo para hacer un viaje feliz. También la realidad que cuenta que la flor es el centro del universo porque sus cuatro pétalos indican los cuatro puntos cardinales, sin olvidar la realidad donde los dioses nacen del centro del botón de una flor o donde los ritos con flores curan, son naturaleza y sangre también.
Nicté es leyenda y realidad que se une en un diseño de flor en la cerámica. La encuentro caminando por las calles de la ciudad, me detengo a contemplar la bóveda celeste llena de flores- estrellas en un plato donde quisiera adornar mi anhelo floribarro de no tener prisa.